Cuenta la leyenda que en el centro de Córdoba vivían dos
familias muy ricas, para proteger sus riquezas los padres de ambas familias
vendieron sus almas al diablo, de ese modo la riqueza duraría durante
generaciones en cada una de sus familias.
Ambos eran muy amigos y decidieron hacer el pacto juntos,
sin embargo, el diablo les jugo mal e hizo que durante cada generación se
perdiera el alma del primogénito de cada generación de ambas familias para que
el tesoro de ellas durara por siempre.
Cuenta la leyenda que las casas se situaban justo en el
centro de Córdoba, una en donde está el edificio de la escuela el Mascarón y la
otra en el edificio justo de enfrente y que en el ático se mantenía las
riquezas selladas por el hechizo del diablo y por el alma del primogénito de
cada generación.
El alma de los padres o de los que iniciaron con el trato
quedaron selladas en el gallo del techo de la primera casa que era una rosa del
viento y del otro padre en la máscara decorativa del balcón de la otra casa.
Se dice que hasta el momento después de las 12 de la noche
se puede escuchar la plática del gallo y la máscara que se lamentan y lloran la
pérdida de un hijo cada generación. También se dice que el ático de cada
edificio nunca ha podido ser abierto por nadie.
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