Cuenta la leyenda que durante
el siglo XVII en la ciudad de Córdoba, vivió una célebre mujer, una joven que
nunca envejecía, su belleza era tan grande que todos los hombres se sentían
atraídos por ella. Por sus venas corría sangre negra y española, era la Mulata
de Córdoba.
La mujer por medio de
algunas hierbas y ciertos rituales, atendía a algunos habitantes del pueblo,
pues siempre lograba curarlos de alguna enfermedad o de algún mal de amores.
Poco a poco “La Mulata” como
todos la conocían fue adquiriendo fama, pues su inexplicable belleza parecía
embrujar a los hombres y sus poderes curativos hacían a todos pensar que se
trataba de una bruja o de una hechicera.
Un día el alcalde, Don
Martín de Ocaña, por medio de costosos regalos trató de conquistarla, pero “La
Mulata” siempre se negó a recibirlo y a salir con el.
La molestia de Ocaña fue tan
grande que acusó a la “bruja” de hacerle beber un brebaje para que perdiera la
razón, motivo que las autoridades tomaron como acusación, de forma que la bella
mujer fue lleva a la fuerza a la cárcel de San Juan de Ulúa.
La condena que recibió fue
morir quemada en leña verde frente a todo el pueblo.
Una noche antes de que su
vida finalizara, “La Mulata” pidió un gis al guardia de seguridad, objeto que
utilizó para dibujar en la pared de la prisión un gran barco que se encontraba
varado en el mar.
Al otro día y antes del
crepúsculo, la mujer preguntó al guardia qué era lo que hacía falta a su barco,
a lo que el hombre respondió: ¡Que navegue!
Ella tranquilamente solo le
respondió: Mira cómo navega… (la hechicera saltó al barco mientras éste
avanzaba entre las olas para perderse en el horizonte que ella misma había
dibujado.
Los ojos del guardia no
podían creer lo que veían y después de eso nadie más supo nada de la
encantadora mujer.
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