Cuenta la leyenda que… “Don Julián Santana Barrera,
guardián de la isla, un día descubrió el cuerpo sin vida de una pequeña niña a
la orilla del lago. Desesperado trató de salvarla pero sus intentos fueron
en vano y la niña murió, al parecer por causas desconocidas y extrañas. Tras el
incidente, Don Julián aseguraba que el espíritu de la niña lo
atormentaba y un día encontró una pequeña muñeca flotando a orillas de su Isla,
y supuso que tal vez pertenecía a la niña, por lo que decidió colgarla de
un árbol para rendir honor a la pequeña fallecida.
De acuerdo con la gente local, posterior al incidente, Don
Julián aseguraba que el espíritu de la niña había poseído a la muñeca, y para
protegerse – debido a sus creencias – comenzó a colgar más y más muñecas, de
todo tipo, pero al pasar el tiempo el hombre aseguraba que todas las
muñecas estaban poseídas por espíritus de niños.
Poco a poco Don Julián se convirtió en ermitaño, y comenzó a
habitar en su isla solo con sus muñecas; hay gente que incluso asegura que tal
vez era el quien estaba poseído, pues cambió radicalmente su forma de ser tras
lo sucedido. En el año 2001, fue encontrado sin vida justo en el mismo lugar en
el que él había encontrado a la pequeña niña. Algunos dicen que se sentía
culpable por no haber podido salvarla, y que por eso había perdido la
razón, pero realmente nadie sabe qué fue lo que le pasó.
Tras la muerte de Don Julián la isla se convirtió en uno de
los atractivos principales de la zona, pues la gente acude a ver a las miles de
muñecas que cuelgan de las ramas de la chinampa, hecha de carrizo, ramas
de ahuejote, chinami y zacatónen. Hay quienes dicen que las muñecas se
mueven, o que susurran por las noches, atrayendo a los visitantes a su isla.
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