Cuentan que un día, siete sacerdotes se reunieron en
una cueva donde había un altar al dios del trueno, de
las aguas y los ríos. Invocaron a sus dioses y, al instante,
la lluvia cayó por varios días. Los ríos se desbordaron y
destruyeron todo a su paso.
Tiempo después, al mismo lugar llegó un grupo de
personas cuyas características singulares eran su forma de
vestir y su permanente sonrisa. Nombraron a esas tierras
Totonacan y se llamaron a sí mismos totonacas. La llegada
de este pueblo atemorizó a los siete sacerdotes, quienes
nuevamente se ocultaron en su cueva y provocaron truenos
y relámpagos para ahuyentar a los totonacas.
Como la lluvia y los truenos continuaron después de
varios días, los totonacas decidieron rendir culto a los
dioses. Ahí donde estaba la cueva de los siete sacerdotes
construyeron el templo del Tajín.
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