lunes, 24 de febrero de 2020

El conejo en la luna


Quetzalcóatl, el dios grande y bueno, se fue a viajar una vez por el mundo en figura de hombre. Como había caminado todo un día, a la caída de la tarde se sintió fatigado y con hambre. Pero todavía siguió caminando, caminando, hasta que las estrellas comenzaron a brillar y la luna se asomó a la ventana de los cielos. Entonces se sentó a la orilla del camino, y estaba allí descansando, cuando vio a un conejito que había salido a cenar.  
–¿Qué estás comiendo?, – le preguntó.
–Estoy comiendo zacate. ¿Quieres un poco?
–Gracias, pero yo no como zacate.
–¿Qué vas a hacer entonces?
–Morirme tal vez de hambre y de sed.
El conejito se acercó a Quetzalcóatl y le dijo;
–Mira, yo no soy más que un conejito, pero si tienes hambre, cómeme, estoy aquí.
Entonces el dios acarició al conejito y le dijo:
–Tú no serás más que un conejito, pero todo el mundo, para siempre, se ha de acordar de ti.
Y lo levantó alto, muy alto, hasta la luna, donde quedó estampada la figura del conejo. Después el dios lo bajó a la tierra y le dijo:
–Ahí tienes tu retrato en luz, para todos los hombres y para todos los tiempos.


martes, 18 de febrero de 2020

El nacimiento de Tajín

Cuentan que un día, siete sacerdotes se reunieron en 
una cueva donde había un altar al dios del trueno, de 
las aguas y los ríos. Invocaron a sus dioses y, al instante, 
la lluvia cayó por varios días. Los ríos se desbordaron y 
destruyeron todo a su paso.
Tiempo después, al mismo lugar llegó un grupo de 
personas cuyas características singulares eran su forma de 
vestir y su permanente sonrisa. Nombraron a esas tierras 
Totonacan y se llamaron a sí mismos totonacas. La llegada 
de este pueblo atemorizó a los siete sacerdotes, quienes 
nuevamente se ocultaron en su cueva y provocaron truenos 
y relámpagos para ahuyentar a los totonacas.
Como la lluvia y los truenos continuaron después de 
varios días, los totonacas decidieron rendir culto a los 
dioses. Ahí donde estaba la cueva de los siete sacerdotes 
construyeron el templo del Tajín.

martes, 4 de febrero de 2020

La isla de las muñecas en Xochimilco


Cuenta la leyenda que… “Don Julián Santana Barrera, guardián de la isla, un día descubrió el cuerpo sin vida de una pequeña niña a la orilla del lago. Desesperado trató de salvarla pero sus intentos fueron en vano y la niña murió, al parecer por causas desconocidas y extrañas. Tras el incidente, Don Julián aseguraba que el espíritu de la niña lo atormentaba y un día encontró una pequeña muñeca flotando a orillas de su Isla, y supuso que tal vez pertenecía a la niña, por lo que decidió colgarla de un árbol para rendir honor a la pequeña fallecida.

De acuerdo con la gente local, posterior al incidente, Don Julián aseguraba que el espíritu de la niña había poseído a la muñeca, y para protegerse – debido a sus creencias – comenzó a colgar más y más muñecas, de todo tipo, pero al pasar el tiempo el hombre aseguraba que todas las muñecas estaban poseídas por espíritus de niños.
Poco a poco Don Julián se convirtió en ermitaño, y comenzó a habitar en su isla solo con sus muñecas; hay gente que incluso asegura que tal vez era el quien estaba poseído, pues cambió radicalmente su forma de ser tras lo sucedido. En el año 2001, fue encontrado sin vida justo en el mismo lugar en el que él había encontrado a la pequeña niña. Algunos dicen que se sentía culpable por no haber podido salvarla, y que por eso había perdido la razón, pero realmente nadie sabe qué fue lo que le pasó.
Tras la muerte de Don Julián la isla se convirtió en uno de los atractivos principales de la zona, pues la gente acude a ver a las miles de muñecas que cuelgan de las ramas de la chinampa, hecha de carrizo, ramas de ahuejote, chinami y zacatónen. Hay quienes dicen que las muñecas se mueven, o que susurran por las noches, atrayendo a los visitantes a su isla.